Comunión Anglicana

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jueves, 19 de enero de 2012

La Iglesia en México, por el Obispo Frank Whittington Creighton (1928)


El siguiente artículo forma parte del llamado Proyecto Canterbury que tiene como finalidad recopilar escritos y documentos de relevancia histórica para las Iglesias de la Comunión Anglicana. Ver el Proyecto Canterbury en www.anglicanhistory.org.
Con la traducción y publicación de este relato del Obispo Whittington comenzamos nuestro proyecto de divulgación de algunos temas de Historia y de Teología elaborados en el ámbito de la Comunión Anglicana.


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La Iglesia en México
(Información entregada ante la Sociedad de Historia Eclesial durante su reunión en Filadelfia, Noviembre 14 de 1928 por Frank Whittington Creighton, D.D., Obispo de México)

La Iglesia Episcopal en México ocupa una posición única entre las instituciones religiosas no romanas en la República Mexicana. Desde sus primeros trabajos, es la continuación de un movimiento Católico Evangélico iniciado durante los primeros años del gobierno del presidente Juárez y antes del mandato de Maximiliano.
La Constitución de 1857 ayudó a romper el poder de la entonces Iglesia dominante y a limpiar el camino hacia la libertad religiosa. Cuando el movimiento Evangélico comenzó, gozó de cierta simpatía y apoyo por parte del Gobierno. La idea de una religión de Estado fue destruida para siempre, y se limpió el camino para una nueva Iglesia Católica-Evangélica. El movimiento prácticamente se extinguió durante el período del Imperio, pero revivió en cierta medida cuando Benito Juárez una vez más acotó los principios de autoridad. Dos grandes templos en la Ciudad de México, San José de Gracia y San Francisco, fueron cedidas para el uso de los Evangélicos. Los registros muestran que el movimiento fue popular. Las autoridades romanas, alarmadas por su tamaño, nombraron a uno de sus clérigos distinguidos, Manuel Aguas, para estudiar el movimiento y para atacarlo. Sin embargo, Manuel Aguas, como resultado de sus estudios y contactos, se convirtió y llegó a ser finalmente su más ardiente defensor y su más destacado líder. Grandes cantidades de fieles estuvieron asistiendo a los servicios. Los registros de ese tiempo muestran que cuando Manuel Aguas predicaba en San José de Gracia, la iglesia se llenaba e incluso la multitud bloqueaba las calles esperando la oportunidad de entrar.
Sin embargo tal movimiento no podía aspirar a permanecer y a continuar en la línea Católica sin el Episcopado. Sin organización y cohesión y sin contacto con la Iglesia Universal.
Entonces fue organizada una convención en la cual Manuel Aguas fue elegido como primer Obispo de “La Iglesia de Jesús en México” y se envió a la Iglesia de los Estados Unidos la petición del Episcopado. Desafortunadamente para el movimiento, Manuel Aguas falleció repentinamente en 1872, antes de que la solicitud pudiera ser completada.
Mientras tanto la atención de los líderes de la pequeña Iglesia se dirigió hacia el Rev. Henry Chauncey Riley, un clérigo norteamericano, radicado en Chile y con facilidad para hablar el español y conocedor de la mentalidad latino americana. El Rev. Riley fue invitado a la Ciudad de México y debido a su gran elocuencia y extrema generosidad—se sabía que había sido un hombre rico—se comprometió con el Clero y el Pueblo Mexicano. En 1874 un reporte fue presentado ante la Casa de Obispos de la Iglesia de Norteamérica pidiendo la consagración del Rev. Riley como Obispo de la Iglesia autónoma en México. 
En ese tiempo se incrementaron rumores en los Estados Unidos acerca del tamaño y la posible estabilidad de la Iglesia de México por lo que fue difícil para la Casa de Obispos establecer si realmente existía una Iglesia en México o solamente existía en la mente de quienes la deseaban. Más aún, la liturgia empleada fue considerada como insatisfactoria por muchos de los que la conocían. 
Con el objetivo de conocer los hechos, el Obispo Lee, de Delaware, fue enviado a México bajo los auspicios de una comisión establecida por la Casa de Obispos para estudiar completamente la situación. El Obispo Lee parece haber sido motivado por la hospitalidad mexicana, y por iniciativa propia, procedió a confirmar más de cien candidatos, ordenó a cinco Diáconos y a dos Presbíteros. Una vez que regresó a los Estados Unidos después de tan ardiente encuentro, la Iglesia de Estados Unidos estaba prácticamente comprometida para responsabilizarse de la anómala Iglesia en México.
Durante cinco años las autoridades de la Iglesia discurrieron en la situación y finalmente decidieron consagrar Obispo al Rev. Riley. Los amigos del movimiento en los Estados Unidos y los Presbíteros en México sintieron que con su consagración en 1879, comenzaría un período de estabilidad y seguridad. Desafortunadamente, debido a la peculiar manera de actuar del Obispo Riley, tales esperanzas se desvanecieron. Después de su consagración, en lugar de regresar a México para asumir su cargo, él comenzó un viaje por varios países que le tomó dos años. Cuando finalmente regresó a México encontró la Iglesia en un estado deplorable. Más aún, carente de poderes administrativos y cometiendo innumerables errores, el movimiento bajo su liderazgo estuvo a punto de desaparecer. La gran Iglesia de san Francisco estaba perdida, y San José de Gracia fue salvada únicamente por los infatigables esfuerzos de la Sra. Josephine Hooker, quien por entonces comenzaba su trabajo en la Ciudad de México.
Después de cinco años el Obispo Riley renunció a su jurisdicción y la Iglesia en México pasó a estar bajo la autoridad del Obispo Presidente de la Iglesia de Estados Unidos.
Durante todo este tiempo el sostenimiento de la Iglesia mexicana vino de simpatizantes de los Estados Unidos. Después de la renuncia del Obispo Riley, las condiciones fueron tan malas que parecía imposible que sobreviviera. Muchos miembros se alejaron y muchos clérigos regresaron a sus trabajos seculares. Durante los años siguientes, y mientras la Iglesia estuvo a cargo del Obispo Presidente, detalles de la administración y la vigilancia estuvieron a cargo de algunos comisionados residentes en México, dos de los cuales, el Rev. William B. Gordon y el Rev. Henry Forrester, fueron capaces de brindar cierto orden al caos existente y colocar al movimiento en cierta línea con las tradiciones, disciplina y costumbres de la Iglesia. Al final de la administración del Rev. Forrester, la Iglesia de Jesús se sintió suficientemente fuerte para solicitar de nuevo a la Iglesia americana las órdenes episcopales. En una Convención de Clérigos y Laicos, el Rev. Forrester fue elegido Obispo del Valle de México y todos los amigos del movimiento pudieron ver hacia el futuro con esperanza bajo su conducción para fortalecerse y crecer en número y en apoyo. Sin embargo el Obispo Forrester falleció poco después de su elección, y pareció de nuevo que todo el movimiento se colapsaba.
En ese tiempo se descubrió petróleo en México y las minas habían sido tomadas por compañías inglesas y americanas. Los ferrocarriles fueron construídos y un gran número de americanos y de ingleses llegaron al país. La necesidad de la gente de habla inglesa por servicios religiosos fueron un reto para la Iglesia americana: un reto que fue aceptado. En 1904 el Rev. Henry Damorel Aves fue consagrado como primer Obispo Misionero en México. Poco después de su llegada a México la Iglesia nativa, de su propia iniciativa, pidió ser acogida bajo su jurisdicción. Se estableció un acuerdo, satisfactorio para ambas Iglesias, la de México y la Americana, y el Obispo Aves se convirtió no solamente en Obispo de la comunidad de habla inglesa sino también en el Obsipo de la Iglesia de Jesús la cual ahora pasó a ser parte de la Iglesia Americana. Durante el Episcopado de el Obispo Aves, el número de comulgantes y de iglesias se incrementó y en determinado momento él reportó la existencia de setenta y dos Iglesias y misiones en la República mexicana bajo su jurisdicción.
Entonces se inició la Revolución (1910) con las consecuentes dificultades para nosotros. Se perdió completamente nuestro trabajo en Oaxaca y en el Itsmo de Tehuantepec. Las misiones fueron cerradas en todos lados, las congregaciones desintegradas y los templos destruidos.
Al concluir la Revolución fue organizada una convención en Queretaro en 1917 en la cual fue adoptada una nueva Constitución para México, incluyendo muchos de los criterios de la de 1857 y las Leyes de Reforma como fueron promulgadas por Juárez. Sin embargo no se hicieron esfuerzos para establecer normas regulatorias u obligatorias. Mucha gente en México esperaba que las provisiones de la Constitución fueran aplicables inmediatamente después de su promulgación; otros que se promulgaran solamente como una advertencia. La presente incertidumbre hizo difícil el trabajo y desanimó al Obispo y al Clero. El Obispo Aves terminó su mandato en 1923. En la reunión de la Casa de Obispos en Dallas ese año, cuando su renuncia fue aceptada, su episcopado fue evaluado como “uno de trabajo devoto y arduo a través de un periodo de luchas, dificultades y peligros”. En la misma reunión la Casa de Obispos fue aceptado un reporte del Comité de Misiones Extranjeras recomendando que la elección de un Obispo para México fuera pospuesta hasta la siguiente reunión. Durante los debates sobre estas resoluciones, el Obispo Kinsolving presentó su ahora famoso postulado de desaprobación de “no embotellar la religión dentro de México”.
En la reunión en Nueva York en 1924, la Casa de Obispos no tomó ninguna determinación, y fue solamente hasta la Convención General, 1925, en Nueva Orleans, que se tomó una determinación favorable. Y se eligió al segundo Obispo Misionera para México.
Poco después de mi llegada a México, el Presidente Calles en Julio 2 de 1926 hizo un pronunciamiento a la Nación, anticipando las provisiones de la Constitución de 1917 que tenían que ver con la religión. En lugar de afrontar las implicaciones de tal acción en el siguiente Congreso, la Iglesia Romana el 1 de agosto de 1926 se separó de la República, prácticamente promulgando un entredicho y los servicios de cualquier clase dirigidos por los sacerdotes fueron prohibidos. Se permitió a las Iglesias permanecer abiertas pero los servicios que se celebraran serían dirigidos por laicos.
Un intento de boicot por parte de miembros de la Iglesia romana, primero como un lujo pero después como una necesidad, fue un esfuerzo por paralizar el país y de provocar una opinión pública en contra del gobierno, tal esfuerzo fracasó. El Gobierno procedió tranquilamente con su política de hace aplicables y obligatorias las normas de la Constitución de 1917.
Mientras tanto parecía que el ministerio de quienes eran extranjeros de habla inglesa podía llegar a su fin debido a las disposiciones del Congreso que en el artículo 130 establece: “Es necesario ser mexicano por nacimiento para poder ser ministro de cualquier credo religioso en México”.  Tal determinación regulatoria y obligatoria en cuanto a la religión fue enviada al Congreso a finales de Diciembre de 1926 y publicada en el Diario Oficial el 18 de Enero de 1927. Las provisiones generales sobre religión de la Constitución ahora convertidas en Ley son: “Que la Ley no reconoce existencia corporativa de las asociaciones religiosas conocidas como iglesias y que las propiedades de la Iglesia pertenecen a la Nación; la legislación estatal puede establecer el número máximo de ministros de un credo religioso, de acuerdo a las necesidades de cada localidad; los ministros religiosos no pueden criticar las leyes del país ni a las autoridades del Gobierno en general; ellos no tienen derecho a votar ni pueden ser elegidos para una función pública; los ministros religiosos están impedidos por la ley para recibir herencias de parte de otros ministros o de otras personas de la misma secta o de cualquier otra persona con las cuales no tienen parentesco de sangre al menos en cuarto grado. Es necesario ser mexicano de nacimiento para poder ser ministro religioso en México, y la infracción a estas disposiciones nunca estará sujeta a juicio por un jurado”
Para sorpresa y satisfacción de los clérigos de habla inglesa en México, cuando la ley fue promulgada,   se incluían en ella una serie de  artículos transitorios, el primero de los cuales otorgaba a los clérigos extranjeros, debidamente registrados, permiso para realizar oficios en congregaciones de su propia nacionalidad por un período de seis años, durante tal período de tiempo ellos deberían educar a sus sucesores los cuales debían ser mexicanos por nacimiento. Estas provisiones hicieron posible para mi y para los clérigos de habla inglesa permanecer en México y poder realizar nuestra misión. Todos estamos registrados como lo requieren nuestras congregaciones de habla inglesa, como nuestros clérigos mexicanos están registrados en sus respectivas iglesias. Obviamente tal acuerdo no es totalmente satisfactorio debido a que yo no puedo confirmar a los candidatos nativos en sus respectivas iglesias, ni tengo la autorización para dirigir algún servicio o predicar en una iglesia nativa. Hemos tratado de hacer lo mejor en medio de esta situación anómala realizando Confirmaciones en la Catedral de Christ Church. Realizo de igual manera celebraciones de Ordenación en diferentes temporadas en la Catedral.
Una de las disposiciones más irritantes de la ley es la que establece que para que podamos tener templos en propiedad estos deberán ser registrados como propiedad del Gobierno antes de que podamos comenzar un nuevo trabajo. El anterior proyecto de comenzar con grupos pequeños en casas particulares es prácticamente imposible y, aunque es al mismo tiempo un experimento costoso e incierto el construir una iglesia antes de formar la congregación, estamos ahora prácticamente limitados a tal actividad así como está encaminado el proyecto de reavivamiento de nuestro trabajo en centros de nuestra propiedad y donde nuestro ministerio fue necesariamente suspendido con el surgimiento de la Revolución.
Nuestro trabajo los realizamos entre tres grupos: los miembros de la Iglesia de Inglaterra, los Episcopalianos americanos y los mexicanos. Y se realiza en tres áreas: la Educación, el Servicio social y el Evangelismo.
Tenemos cinco escuelas en el País. La más grande e importantes es el Colegio Hooker, fundado por la Sra. Josephine Hooker orientado a las niñas mexicanas menos privilegiadas. La Sra. Hooker, quien llegó a México presumiblemente de visita y se quedó acá consagrando su vida y su fortuna a este trabajo. La Escuela Hooker es actualmente una de las más destacadas en México con más de 300 alumnos y un considerable staff de educadores Americanos y Mexicanos. Las niñas llegan de todas partes de la República Mexicana y es nuestro esfuerzo enviarlas de regreso a sus ciudades y pueblos como levadura de la sociedad de la cual ellas forman parte. La Escuela se encuentra sobre poblada pero esperamos pronto poder levanter nuevos edificios y una nueva enfermería, la anterior fue construida con fondos aportados por el Children´s Birthday Thank Offering en el trienio de 1925 a 1928. Desafortunadamente en agosto de 1926 fue necesario para nosotros desmantelar la Capilla en la Escuela Hooker y suspender la instrucción religiosa. Sin embargo estamos haciendo un esfuerzo para llevar adelante el propósito de la Escuela llevando a los alumnos a la Iglesia de San José de Gracia cada domingo por la mañana en autobuses. Hemos también asegurado un permiso de los departamentos de Educación y de Gobernación para establecer una Escuela de Ética fuera de los horarios de la Escuela Hooker y fuera del currículo regular. La Escuela Hooker se encuentra bajo inspección del Gobierno, nosotros cumplimos con el currículo del Gobierno y hemos recibido un cálido reconocimiento de parte de representantes del Departamento de Educación.

Tenemos también dos grandes centros de Servicios sociales: uno en la Ciudad de México y otro en el estado de Hidalgo. Este último está a cargo de la Sra. Sara Q. de Salinas, esposa del Pbro. Samuel Salinas. La Sra. Salinas ha estudiado ingles en orden a ser capaz de leer los manuales médicos y de higiene de manera que ella pueda eficazmente ministrar a la gente. El año pasado ella atendió más de mil casos, incluyendo enfermedades malignas, heridos por arma de fuego así como la asistencia en los partos. Sus pacientes llegan desde algunos puntos distantes y ella y su trabajo son una verdadera bendición para la gente de algunos lugares poco poblados y de la región montañosa donde ella vive.
Nuestro trabajo de evangelismo entre mexicanos es llevado a cabo en treinta y dos centros en varias partes de la República. La gran mayoría de nuestros miembros mexicanos son indios puros. Muchas de nuestras misiones están en regiones montañosas de difícil acceso, alejadas de la línea del ferrocarril y solo accesibles a través de jornadas fatigosas montando a caballo o en burro. Nuestros propios miembros, como toda la población indígena de México, han sido rudamente afectados por las disposiciones del presente Gobierno. Ellos están pasando por un difícil periodo durante el cual muchos antiguos hábitos y costumbres están en crisis, pero ellos están desarrollando cualidades y características que  sin duda serán para su felicidad y progreso en el futuro. Hay un gran aprecio de la escuela rural que está siendo más accesible a la gente. En muchas de esas escuelas hay una combinación de educación elemental y de entrenamiento agrícola que capacitará a la próxima generación para hacer un uso más inteligente del suelo que les ha sido donado en base a un plan agrario.
México en el tiempo actual está envuelto en un experimento social de una profunda significación. Que la gente esté preparada para tan radical progreso es debatible tal y como está contemplado en el Programa Social, aún y que los ajustes sean necesarios hay una nueva mirada sobre la vida y un nuevo deseo de educación y progreso. Es nuestra esperanza y oramos para que le Iglesia pueda tener una contribución importante cualquiera que sea el futuro de México, y que Dios bendecirá los esfuerzos que estamos haciendo para el avance de su Reino entre nuestros hermanos en la vecina República.
 
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